EL MERENGUE nació aquí

Esa es la tesis del musicólogo puertorriqueño Edgardo Díaz Díaz, quien la defiende en un ensayo

El merengue, contrario a la generalización de que nació en República Dominicana, es de aquí como el coquí.

Esa es la tesis del musicólogo Edgardo Díaz Díaz, quien ha plasmado los hallazgos de su investigación en el artículo “Danza antillana, conjuntos militares, nacionalismo musical e identidad dominicana: retomando los pasos perdidos del merengue” que publicó la edición más reciente de la revista Latin American Music Review, de la Universidad de Texas.

La publicación de su investigación pretende revelar los eslabones perdidos entre la danza y el merengue, términos que conforme a sus estudios se utilizaban para aludir a la misma expresión musical y bailable.

“En sus orígenes, el merengue, como se conocía a finales del siglo XIX y a principios del XX, es de Puerto Rico. Antes de llamarse danza se llamaba merengue”, dijo Díaz Díaz.

Reveló que...

...en el siglo XIX, decenas de músicos puertorriqueños llegaron a Santo Domingo como integrantes de bandas militares españolas que interpretaban la danza. Muchos permanecieron en Quisqueya y contribuyeron al cultivo de la expresión, que se convirtió en el baile favorito de la población.

“Eran lo mismo hasta en el uso de la misma tambora, que se puede asociar con el tambor militar”, sostuvo el musicólogo.

Díaz Díaz explicó que el merengue se “dominicaniza” desde el momento en que los autores de la antilla hermana le incorporan elementos del folclor.

“Las piezas, originalmente, consistían del paseo y del merengue. Luego se le añade la ‘colita’ o el ‘jaleo’ dominicano. Eso se expande a través de las décadas y lo que queda es el jaleo”, dijo.

El autor y profesor universitario, que apunta al estándar “Compadre Pedro Juan” como la obra que mejor ilustra las influencias de la danza, aclara que el merengue (como se conoce hoy) no se desarrolló en Puerto Rico porque tanto los boricuas de la diáspora neoyorquina como los de la Isla se acercaron a la corriente de la danza de la “forma más íntegra y estática”.

“Al verla de esta manera no dieron lugar alguno a cambios, contrario a lo que sucedió en República Dominicana, que lo hicieron por necesidad”.

La intención de Díaz Díaz no es polemizar con los artistas dominicanos, sino invitar al pueblo y a los académicos a reconocer los aspectos comunes en la cultura de las dos antillas.